INCÓMODAS cruces CÁTARAS en una Catedral rebelde
POR Angel Alvarez Orgaz
26/11/2023
¡Son las cruces sagradas de los Cátaros!
Pero, ¿qué hacen aquí? ¿Otra vez, Dios mío, Teruel, saliéndose del sagrado tiesto de lo políticamente correcto? ¡No me extraña que estuviera siglos tapado!
Si en algo se parecen, la armadura mudéjar de la techumbre de Catedral turolense, a la techumbre de las Cuevas de Altamira, aparte de que las pinturas están en el techo, es en que se descubrieron por casualidad, nadie se las creyó, las han tenido que restaurar, y seguimos sin saber que significan.
La Catedral de Santa María de Mediavilla lo vuelve a hacer, una y otra vez. Cada vez que me acerco a ella, me empuja hacia un nuevo e inefable misterio. Esta vez, descubro que una religión exterminada por herética, en el Languedoc francés, sobrevive con bastante soltura en…, ¿dónde va a ser?, en Teruel, ¡caramba!, en el lugar de las mil sorpresas, que todo el mundo pensó que ya estaba borrado del mapa, ¡del todo! Aunque sí que lo intentaron varias veces, ¡vaya que sí!
Son tres cruces cátaras, y no pueden estar dentro de una iglesia cristiana, como si tal cosa. Son cruces total y absolutamente herejes. Pero, en este lugar, lo que hace la mano derecha, parece no enterarse la mano izquierda, y viceversa. Lo importante es la repoblación, sean quienes sean, incluidos bandidos arrepentidos o prostitutas no arrepentidas, porque si no, todos ellos se hubieran tenido que marchar, y de todas las etnias y religiones. E incluso…, los herejes cátaros.
Pero, es que ¡representan a una herejía cristiana, la más importante de la historia! Y, de tal magnitud, poder, y sobre todo, de verdad incondicional, amor verdadero y lógica espiritual, que hubo que declararles una cruzada, como las que declaró el Vaticano contra el Islam, en Jerusalén, pero en el corazón de Europa. Aún más increíble: fue en territorio aragonés, y en total desacuerdo con la Corona aragonesa, allende de los Pirineos, en lo que hoy es Francia, con su centro en la ciudad de Albi.
Es por ello que estas cruces, no lo están en su color original, el blanco, sino pintadas con los colores de la Corona de Aragón, de color amarillo, sobre fondo rojo, para hermanarlas, que indican que el reino de Aragón, jamás claudicó ante la masacre y el genocidio cátaro:
Batalla de Muret, en lo que hoy llamamos Francia, pero que eran territorios del Imperio de Aragón. El rey Aragonés, Pedro II el Católico, realiza una proeza moral inconcebible. Los cátaros, súbditos de Aragón, aunque proscritos por herejes, le piden ayuda. Una parte oscura del catolicismo, logra vencer a la facción católica de la bondad incondicional, una vez más, y endemonian al Vaticano.
El rey Pedro II, el “Católico”, que le pusieron con bastante mofa, sus enemigos, llega personalmente al campo de batalla. Pero, el ejército aragonés es derrotado y diezmado en una de las masacres más inmisericordes de la historia de todas las batallas habidas entre cristianos: El rey y sus nobles, sin conocer bien el terreno, se situaron en una colina rasa, para dirigir la contienda, rodeada de frondosos bosques, pensando que allí estarían seguros.
Pero, aquel, era justo el lugar donde les estaban esperando, emboscados. Y varias decenas de nobles caballeros, junto a su Rey, fueron inmediatamente rodeados por centenares de combatientes. Lucharon hasta el final, que fue rapidísimo, feroz y letal, como exigía la maniobra, y antes de poder recibir refuerzos.
Los caballeros defensores fueron cerrando el círculo, en torno a su rey. Cuando el último caballero fue abatido, el conde Simón de Montfort, ordenó arrodillarse al rey Pedro, e hizo lo inconcebible. Como el Rey no quiso arrodillarse ante un conde, le cogieron de los cabellos, y lo arrodillaron. Ambos se miraron a los ojos, y el conde inició su maniobra, totalmente prohibida entre las reglas de las batallas. Lo lógico hubiera sido pedir un gigantesco rescate, a la Corona de Aragón, que la hubiera arruinado para varias generaciones de reyes: Pero, a Monfort, le pudo el miedo y el odio. O tal vez, el Rey Pedro le provocó, a sabiendas de que tal rescate hubiera significado el final de la hegemonía de la Corona Aragonesa. Mejor perder la batalla y su vida. Y si fue así, que perdió la batalla, pero ganó la GUERRA, PORQUE ACERTÓ.
El caso fue que Monfort, ante el estupor de todas las potencias europeas, y el propio Vaticano oscuro, tardó décimas de segundo en separarle la cabeza del tronco. Y así fue como traspasó todas las líneas rojas. Aquello fue como usar armas termonucleares en la actualidad. Nadie le volvería a respetar nunca, ni a él, el conde, ni a su falta de nobleza humana
Pero, cuando los aragoneses vieron el estandarte real y la cabeza de su rey en la picota de una lanza y pasearse con ella, al enemigo, y no existir ningún noble que los acaudillara, perdieron las fuerzas mentales, las físicas y las militares. Fue un baño de sangre.
De los varios miles de soldados aragoneses supervivientes que se rindieron, el conde les mandó cortar las manos, y sacar los ojos, menos a uno, al superviviente de mayor rango, al que “solo” le dejaron tuerto. Y le encomendaron a este que los devolviera, “sanos y salvos” a Aragón, como medida de gracia.
Y, en su asalto final, a las ciudades cátaras, donde muchos nobles católicos se aliaron con ellos, al saberles inocentes, y como lealtad a su rey Pedro, caído en combate, el conde Simón de Monfort, uno de los más sanguinarios y mezquinos seres que defendiera jamás a los “católicos” fue uno de los que empleó la famosa frase: “Ante la duda, matadlos a todos, que Dios sabrá quienes son los suyos, para que entren en el paraíso”.
Los cátaros que se rindieron, y que no renegaron de su fe, que fueron casi todos, finalmente, fueron desnudados y quemados en gigantescas hogueras, en las que, algunos de ellos, no esperaron su turno, y a pesar de estar atados de manos, sorpresivamente, ellos mismos se lanzaron, alabando a Dios, con total fe en que despertarían en Su Gloria. Pero estos, no serían mártires, sino idiotas. Eso pensarían sus verdugos.
En resumidas cuentas, esta facción oscura elige a un antipapa, a Inocencio III, que logra la supremacía sobre el Papa legalmente electo, al ser reconocido por las superpotencias de la época, en concreto Francia, en manos de la dinastía de los Capetos. Y declaran la cruzada contra ellos, ¡escucha!, como si se sacaran una pestaña del ojo, ¡oye! Y todo, por la puñetera envidia.
Así fue como los cátaros fueron exterminados de la historia cristiana europea.
¿Todos? Todos no. En un pequeño reducto de Aragón, un fuerte de fronteras, en el más terrorífico cruce de caminos de la Península ibérica, consiguieron llegar algunos. Un lugar mágico, entre celta e íbero, que aún resistía ante los castellanos, los moros, los franceses, e incluso, al mismísimo Vaticano. Y, a buen seguro, que por eso, creó su propio arte Mudéjar: la, varias veces vencida, pero jamás derrotada, por lo renacida varias veces de sus cenizas, consiguiendo volver a ser ella misma: Teruel