Una OBRA ANORMAL Magistralmente INCOMPRENDIDA: la Techumbre Mudéjar de la Catedral de Teruel

POR Angel Alvarez Orgaz
27/10/2020

Una OBRA ANORMAL Magistralmente INCOMPRENDIDA: la Techumbre Mudéjar de la Catedral de Teruel

Lo primero que quiero recordar es que el arte múdejar es único en el mundo y es el único arte originario de la península ibérica, sin contar tal vez con el arte ibérico ancestral.

 

Lo segundo, es que a la armadura de par y nudillo de la techumbre de la catedral se le llama la "Capilla Sixtina" del arte mudéjar.

 

Lo tercero, he estado en el Vaticano y he visto la Capilla Sixtina pintada por Miguel Ángel.

 

Mi apreciación personal es que el "artesonado" de Teruel, muy anterior, es de tan inmenso calado y tan extraordinaria como la techumbre pintada por Miguel Ángel.

 

El artesonado mudéjar no le va a la zaga en cuanto a plasmar emoción a raudales.

 

Los rostros de sus personajes son un prodigio.

 

Ojos de orgullo, labios apretados, barbillas levantadas…, miradas con alma.

 

Rostros de amargura, pero con dignidad, siempre con dignidad, estén tristes o vencidos…. Son colonos, son pioneras, son héroes y lo saben, aunque nunca jamás llegaran a jactarse de ello, pero sí que lo supieron de alguna extraña manera y tal vez tan solo por unos breves instantes de sus vidas.

 

Y ellos sí derrotaron a sus "dragones".

 

Sus gestos son de una expresividad conmovedora. Lo descubrí casualmente, escuchando un tema de música épica del magnífico compositor Scott Buckley, titulado “Terminus”. De repente, aquellos ojos desiguales, aquellos labios apretados, aquellas mejillas coloradas, aquellos pelos recortados a tijera…, aquellas barbillas redondeadas adquirieron una vida impensable para mí.

 

Por primera vez, miré y vi. Y supe que lo que me había hecho sentir aquella música, al observar aquellos rostros, era el sentimiento habitual con el que se vivía en aquella época. Una época formidable en cuanto a la pluralidad espiritual, que no libertad y llena de intransigencia, como tal vez nunca haya existido.

 

La búsqueda de la virtud, fruto del combate personal de mujeres y hombres contra su efímera vida, y la de encontrar un propósito para la misma, antes de que terminara demasiado pronto…, es épica.

 

Son hombres y mujeres épicos y lo saben. Lo saben, y saben que viven en la frontera. Saben que su vida vale lo que sean capaces de luchar por ella. Saben que si mueren no les recordará nadie, y los que vivan tampoco tendrán tiempo para estarles agradecidos.

 

Pero aún así, son seres que harán lo correcto. Porque lo han jurado en sus Fueros, en sus Biblias, en sus Coranes, en sus Torás. Se saben únicos, se saben descendientes del barro moldeado por sus respectivos dioses, y como tales saben que tienen derecho a sentarse también a la mesa de su Creador, con el mismo derecho que el Padre.

 

Son Hijos sanamente orgullosos y saben que ese es el deseo de su Padre, y que se lo merecen porque se lo han ganado arduamente.

 

Es por ello que la techumbre de Teruel, cuanto más se la estudia, menos se la comprende. Es un prodigio de emociones encriptadas. Carece de lógica aparente, aunque la tenga subyacente, porque parece una obra laica pintada dentro de una catedral religiosa.

 

Parece un grafiti pintado en los muros de las calles de los barrios limítrofes de una gran ciudad moderna, pero con símbolos románicos. Parece un comic de Richad Corben, el “Miguel Ángel” de los comics, pero no parece una capilla de Miguel Ángel, lleno de personajes sagrados, bíblicos, divinos, ángeles y demonios… todos ellos perfectos.

 

No. En Teruel tienes al mercadillo medieval, tienes a los amantes en su cama abrazados después de haber hecho el amor, ¡dentro de una iglesia casi colegiata! Todo ello mezclado con las cruces de los herejes cátaros, con las cruces negras calatravas sucesoras de las cruces rojas de la Orden Templaria (*).

 

Todo ello mezclado con varias prostitutas que se ofrecen, con varias reinas que se pavonean desde sus elevados balcones, con varios músicos que tocan canciones de enamorados, junto a tenaces cazadores de jabalíes y de ciervos.

 

Y a su vez, los caballeros se baten en combate, y más adelante las mujeres lloran su marcha a la guerra, porque muchos no volverán y lo saben. E incluso aparecen mujeres que portan armas, sin armadura. Saben que son el último recurso para defender la villa, si todo falla.

 

Pero lo que me asombra es que la pasión de Cristo sucede a la vez, incluida su resurrección. Y los torneos medievales parecen avivar la fiesta del domingo. Y todo el mundo se retrata, y todo el mundo quiere aparecer en esta techumbre…, porque en aquel tiempo de gran pluralidad espiritual, al menos en Teruel CONSIDERABAN QUE LA TECHUMBRE SÍ ERA DE TODOS.

 

Y por eso, en ella se alaba a Alá, y a la Virgen María. Y la estrella judía de David, aparece en el escudo de uno de los caballeros en duelo.

 

Pero lo que realmente me sobrecoge es la lucha individual de cada hombre genérico contra los monstruos y dragones, que adornan muchos metros cuadrados de la misma techumbre. Los más estudiosos eruditos no lo entienden, no saben explicar estas figuras y sus significados. Pero si lo miras a la luz de la virtud del espíritu humano, todo cobra un sentido universal si tienes un espíritu de poeta. Es la lucha de lo pequeño, débil y efímero, que aspira a la bondad y a la compasión, contra la fascinación de todo el inmenso poder que representa el dragón.

 

Son gente corriente enfrentándose a monstruos que les causan terror ¿qué son esos monstruos, esos dragones? ¿Qué representan verdaderamente?

 

Para mí pertenecen, sin duda, al ámbito de nuestra alma. Son la depresión, la ansiedad, la angustia, el estrés de aquella sociedad con una media de vida delirantemente pequeña.

 

En este sentido, en el sentido más humano y espiritual, el artesonado de Teruel es único en el mundo. Ningún otro plasma el sentir de un grupo humano tan heterogéneo y diferente en religión y cultura, con ese esplendor, esa candidez y esa belleza prístina que emana del corazón de todos sus seres. Y no se me ocurre razón más importante para ser único, por ningún otro motivo más elevado. Aunque no fuera pintado por Miguel Ángel, y jamás sepamos por quién.

 

Pero sí que sabemos, que en contra de lo pintado en la Capilla Sixtina, la gente pintada en TERUEL era REAL, DE CARNE Y HUESO. Son sus propios rostros, los que están pintados allí. Y son sus propios "dragones", sus retos, sus metas y la supervivencia vital de los primeros pioneros turolenses, los que están pintados allí.

 

Y es un milagro de las Vírgenes de Fátima y Lourdes, que a buen seguro trabajaron en un proyecto experimental conjunto y con cierto éxito, para que esta armadura de par y nudillo haya sobrevivido hasta nuestra época, a pesar de tanta necedad humana.

 

Y después de que la ciudad de Teruel fuera bombardeada en la Segunda Mundial, Guerra Civil en España, hasta casi su destrucción total y ser la ciudad arrasada casi al completo.

 

Teruel, la bombardeada “Guernica” del bando nacional, pero en el olvidado Aragón, una ciudad sitiada y tomada dos veces en muy pocos meses, en la que ningún bando tuvo compasión a la hora de las represalias, y de la que nadie habla porque lo que sucedió en Teruel, en aquellos terribles acontecimientos, aún no tiene una racional explicación.

 

 

(*) Nota del autor sobre la fecha de construcción de la armadura de par y nudillo.

 

 Que aparezcan las cruces calatravas es algo que me lleva a pensar que no es del siglo XIII, sino posterior, principios del siglo XIV, ya que la Orden Templaria se disolvió en 1.312, pero ya estaba en crisis, desde que se perdieron los últimos territorios en Jerusalén, en la isla de Arwad, en el año 1.302. Y en el año 1.307 ya se estaban “arrojando” a las hogueras a los primeros dirigentes del Temple. Pero la inquina ya vendría desde mucho antes.

 

Y por eso aparecen las cruces calatravas, que son negras y redondeadas en las puntas con tres pequeños remates curvos en cada una. Son las cruces de la Orden Calatrava, que tenía su sede en la ciudad de Alcañiz, y que a pesar de ser castellana y no aragonesa, fue hegemónica, hasta que se creó la aragonesa Orden de Montesa, en Valencia, para competir contra ella, y que es donde fueron a parar muchos de los caballeros Templarios, que no fueron jamás condenados en el Reino de Aragón.

 

 

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