I.AMANTES de Teruel, sus rostros ¡SÍ!, pintados en Santa María de Mediavilla.

POR Angel Alvarez Orgaz
03/01/2024

Si estas dos personas no están enamoradas, la una de la otra, es que yo ya no entiendo nada.

Lo primero de todo, la historia de los Amantes de Teruel:

Para los que no lo sepan, la historia de los Amantes de Teruel es la de “siempre”, pero en un lugar épico, entre una milenaria guerra de cruzadas, y en una época sin tiempo, de tal manera, que esta etapa generalizada, incluso se atreve a llamarse a sí misma, de una forma totalmente “estadística”: Edad Media.

 

“La familia de Juan Martínez de Marcilla se ha empobrecido y no puede aspirar a casarse con Isabel de Segura, de familia pudiente. Ambos se conocen desde niños, están totalmente enamorados, castamente, desde pequeños y se han prometido amor eterno.

Juan se va a las cruzadas a hacer fortuna, que era lo que se hacía, cuando uno lo había hecho todo al revés, en los negocios. Es como si cometiendo otro terrible error, se lograra el acierto.

Ella se queda a esperarle en el plazo pactado con sus mutuas familias, de cinco años.

Aparece un rico comerciante, Pedro de Azagra, y los padres de Isabel, ya no quieren saber nada de esperas, y menos, de fracasados mercenarios, como Juan.

Isabel se niega, hasta que le cae “la del pulpo”. Tiene que ceder, no puede más con ello, porque las broncas eran de tal calibre, que ya no puede más: la convencen de que un fracasado en los negocios, reconvertido a mercenario, no puede tener honra ni palabra para cumplir.

Vamos, que la convencen de que Juan la ha engañado, y estará por ahí, vete tú a saber con quién, y acostándose con cualquiera.

Y, mientras, ella, haciendo el tonto, y dejando escapar la ocasión de su vida, que era esa, porque los Azagra eran los dueños del independiente señorío de Albarracín, un mini estado pequeño, pero matón, que llevaba siglos escondido en el núcleo más agreste del Sistema Montañoso Ibérico, entre peñascos y riscos inexpugnables.

 

Como inciso decir, que los de Azagra era una familia noble del Reino de Navarra, y vinieron de mercenarios, desde allí, y sin tener una frontera en común, con Albarracín. Y, con una mezcla de artes amorosas, casamientos, y habilidades sociales, aparte de las guerreras, lograron lo impensable: conquistar esta taifa, a la familia árabe de los Aben Racin. Una taifa, que había conseguido sobrevivir también independiente, frente al Califato de Córdoba, al Sultanato de Granada, al reino de Aragón y al reino de Castilla, durante otro montón de siglos.

Como los Azagra no eran reyes, y se negaron a darle estas tierras en vasallaje, a su rey de Navarra, encima de todo lo que les había costado a ellos conquistarlo, pues eso, que nace el Señorío de Albarracín, independiente. “Made in Spain”.

 

Pedro e Isabel, se casan antes del plazo de los cinco años, pero Juan, incumpliendo la lógica más aplastante, que dice que, “si uno camina como un pato, nada en un estanque como un pato, tiene pico en forma de pato, y hace “cua-cua”, ¡es un pato!”, pues resulta que no, que JUAN ES UN VERDADERO CISNE.

Y que llega poco antes de la boda, por fin, con hacienda y rico, dentro del plazo NOBLEMENTE ESTABLECIDO POR AMBAS PARTES. Pero, aquí, “todo el bacalao” está ya vendido, y aquí, ya no hay nada que hacer, ni promesas, ni “por esas”.

La “niña” de los Segura, se va a convertir, con toda la certeza, poco menos que en la “reina” de un mítico Señorío, casi a la altura del mismísimo reino de Saba. Y el comerciante, Pedro de Azagra, iba a ser su “rey Salomón”.

Juan va a verla después de la boda, por la noche, y en un despiste se le cuela en la alcoba, encaramándose por una ventana, antes de que el marido llegara. Y le pide un último beso, para recordarla para siempre, pero Isabel le dice que no, porque ya está casada y ella pertenece a otro hombre, y el otro hombre le pertenece a ella, y claro, que no son esas, las maneras de empezar un casamiento.

Juan se marcha totalmente desolado, ante la testaruda manera con que Isabel le hizo “la cobra” y, en unas horas, se muere del disgusto. Literalmente, se muere, de que se muere, así, sin más. Se cae al suelo, ya fallecido, como fulminado por un rayo.

No hay nada que hacer, ni reanimación, ni dándole meneos, ni echándole agua en la cabeza. Está todo entero muerto, desde la punta de los pies hasta la coronilla.

Cuando le están enterrando, de súbito, aparece Isabel, y antes de que le metan en el ataúd, hace la maniobra más extraordinaria, audaz y apasionada, que se le recuerde a recién casada alguna, y sin que nadie se lo esperara:

Se acerca al cuerpo de Juan, y le besa en los labios, abrazándole.

Pensad que está besando a un muerto, y la conmoción que tuvo que causar, en aquella época, ver a la recién casada, abrazando a un cadáver, delante de su marido, y todo el mundo allí, mirando y cotilleando el evento.

Mirad, que en aquella época, como te santiguaras al revés, o con la mano izquierda, enseguida te acusaban de brujería. Pues no estaba la cosa, como para darle un beso en los morros, a un muerto.

Pero, para cuando la quieren separar del cadáver, después de los momentos del asombro inicial, a tirones, tal y como estaba asida al cuerpo de Juan, con todas sus fuerzas, ella también había muerto.

El marido, como quien se saca un pelo de la ceja, insertado en su globo ocular, pide que les entierren juntos, al mercenario Juan y a la nigromante Isabel, ya que esa noche de bodas, no consumaron el matrimonio, porque como era el primer día, a Isabel ya le dolía la cabeza, y luego, él llegó tarde, por tomarse unas copas, en la taberna de la plaza Mayor.

Y, también, viendo el verdadero amor que ambos jóvenes se tenían, dando su matrimonio por terminado, por ni siquiera haber comenzado, ya que ninguno de sus mutuos juramentos, en el Cielo, quedaron sellados. NO ASÍ, LAS PROMESAS ETERNAS DE ISABEL CON JUAN, DE JUAN CON ISABEL”.

 

(Continúa el debate en II)

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