Rostros con ALMA II - El SECRETO que atravesó todas las ÉPOCAS..., sin ser descubierto.

POR Angel Alvarez Orgaz
31/08/2021

Rostros con ALMA II - El SECRETO que atravesó todas las ÉPOCAS..., sin ser descubierto.

Pero lo increíble, es que… he encontrado sus Rostros… sí, oídme bien… los he encontrado…

¡Siempre estuvieron allí!

He encontrado los Rostros de las pioneras, de los pioneros…,

 

de los primeros seres que se atrevieron a cambiar su maldita suerte en un sueño de prosperidad, de abundancia, de esperanza y de la grandeza de la ilusión sin final.

 

En la techumbre de la catedral de Teruel… llevan física y "espiritualmente" escondidos allí más de 700 años…

 

He estado durante mucho tiempo mirando a su “cielo”, la extraña e incomprendida “capilla Sixtina del arte mudéjar” que es la techumbre mudéjar de la catedral de Teruel, tan antigua como extraña, ya que no es románica, ni gótica, pero fue construida en las mismas épocas.

 

He estado durante mucho tiempo mirando a su “cielo”, pero no entendía lo que veía.

¡He estado durante mucho tiempo mirándoles, pero no les veía…!

 

Iba a rezar a la Catedral, porque para mí, rezar siempre ha sido permanecer en silencio, observando en la semioscuridad, el tenue titilar de las velas, mientras mi espíritu se serena, y la sensación de paz interior me embarga, entre los dulces olores del incienso cuyo invisible humo se cimbrea al penetrar en mis sentidos.

 

Sus Rostros me miraban desde todas partes, pero yo nunca les miraba a los ojos…

Y entonces no me podían revelar sus almas.

 

Casi nadie les miró desde hace centenares de años.

 

Muy pocos lo hicieron con el corazón… SALVAJE.

 

Pero es imposible entender esas miradas, si no lo tienes sin amaestrar… ¿entendéis?

 

Las personas civilizadas no pueden acceder a sus almas… escondidas en las cuencas de esos místicos ojos, que hoy no causan más que extrañeza a propios y a extraños, que rezan a toda velocidad, para poder tener más tiempo lineal de realizar alguna transacción informática más.

 

Nadie les miró desde hacía tanto tiempo… hasta que… los vi.

 

Fue en uno de esos estados profundos de consciencia, donde una parte de mi ser se refugia durante unos minutos… Hasta que me doy cuenta de que alguien me observa y se pregunta qué es lo que estoy haciendo allí sentado, con esa pose de “superioridad” de los hijos que se creen con el derecho de sentarse a la mesa de su Padre.

Una pose tan mal entendida, porque no es más que la otra cara de una humildad que reclama su derecho a ser atendida, escuchada, agasajada por el Dios que la creó.

 

Por eso, mi queja más inmejorable siempre ha sido mi más sincero silencio, porque ese es el único idioma que me enseñó mi Padre, y es el único en el que se pueden traducir todas las lenguas, en la interacción y comunión de un profundo abrazo fraterno, paterno y materno... con o sin cuerpos.

 

Fue un milagro.

 

Mis ojos las miraban, miraban aquellas caras, pero nunca las sentían. Y entonces, una vibración sonora imposible de presentir, desde aquel tiempo atávico, pero con la medida exacta en sus notas claves, surgió en mí en forma de un recuerdo y se esparció en centenares de semillas sobre mi imaginación…

 

Y la empecé a declamar, ya germinada, pero lentamente en el disco duro de mi mente tradicional, como dictada por un hermoso coro cantor de desobedientes, pero juguetones ángeles custodios que me quisieran enseñar a escuchar, de una vez por todas, y para siempre.

 

A escuchar lo que es verdaderamente importante…

 

El vibrar de las ondas emocionales de los más íntimos y entregados corazones humanos, que claman para que también nosotras y nosotros nos entreguemos al Amor Fraterno, sin más dilación.

 

Y el milagro se produjo casi al instante. Aquellas figuras bidimensionales, pintadas tantos siglos atrás en aquella techumbre, adquirieron, no ya la tridimensionalidad, sino las cuatro dimensiones del espacio-tiempo… Ya que volvieron casi prístinas, desde su lejano presente, hacía más de 700 años, hasta el presente actual, a mayor velocidad que la de la propia luz cósmica:

 

La velocidad con la que el ser divino que llevamos dentro cada uno de nosotros es creador…

 

…infinitos kilómetros recorridos en cero segundos.

 

Y esto ocurre porque está a punto de ocurrir un evento muy especial. También lo descubrí casualmente. Pero eso ya es harina de otro costal. Ya os lo contaré. Es un evento elegante, no es un fin del mundo falso, en forma de nuevas “normalidades”, ni nada de eso. Es un evento bello, tierno y compasivo. Pero tan asombroso… Ya os lo contaré otro día.

 

Pero si habéis llegado hasta aquí, mirad el video, el video de presentación de la pléyade, de la pléyade del Teruel Infinity en mi web, porque lo comprenderéis todo…

 

Esos Rostros… son también los nuestros… ¿Entendéis?

 

Ellas y ellos también luchaban contra los mismos monstruos contra los que luchamos nosotros…

 

La ansiedad, la angustia, la depresión por la falta de respeto y la falta de consideración de los demás, todo ello debido al sinsentido de la maldita inconsciencia que amordazamos a base de seguridad, comodidad y consentimiento cobarde del dolor ajeno.

 

Y por no haber sido educados en el respeto a uno mismo, en el Amor a uno mismo, que jamás puede ser egoísmo, cuando lo que se pretende es hacer felices a los demás, con nuestra mejor versión de nosotros mismos.

Pero Ellas y Ellos, decidieron dar la cara… por su completa Libertad interior y por la poca Libertad exterior que les fuera posible conquistar.

 

Y lo lograron… Conquistaron sus Fueros políticos al hacerlos suyos.

 

Unas normas de comportamiento necesarias para la época, pero con un cierto grado de Libertad exterior, que devino como consecuencia de su nueva Libertad interna: la de un importante número de personas que lograron traspasar ese nuevo umbral de derechos y deberes.

 

Más allá de sus diferentes religiones, más allá de sus diferentes conceptos culturales…

 

…el Amor les unió a todos ellos.

 

Estos son también ahora nuestros rostros… ¡Sus mismos rostros!

 

Porque ahora, todos somos…

 

UNO.

 

AHORA… AHORA O NUNCA.

 

¡Juntos…, sí podemos!

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