¿Tatuajes en el siglo XIII?, ¡Sí, en Teruel!

POR Angel Alvarez Orgaz
12/11/2023

La llamo, la mujer tatuada del ruiseñor, y es una de esas tablillas de madera, que no tendrían que existir, pero como era imposible que llegaran hasta nuestros días, lo lograron.

Nota importante del Autor: Antes de que empecéis a leer, y perdáis el tiempo, en las últimas revisiones, hemos descubierto que en varios casos que mostramos, puede que no sean tatuajes, sino una fina blusa transparente con arabescos cosidos. Pero, al menos, en un caso, creemos que sí que son tatuajes de jena. LO SENTIMOS. UNA DISCULPA.

 

Nací en la época de los sesenta, en España, en una época donde no había libertad. Pero todos hacíamos de todo, para colmar nuestras necesidades más íntimas, de amor fraternal, de sexualidad, de cultura, de sindicalismo, de democracia, de religión, siempre a escondidas y, aunque llevábamos las posaderas escocidas, nos sentíamos libres, sin serlo.

Justo al contrario que ahora, que se puede hacer de todo, pero que no nos sentimos libres. Al existir tantas libertades, para dar cabida a tantos gustos y deseos contradictorios de cada uno, y terminar esas libertades, donde empiezan las de los otros, y viceversa, resulta que nos han hipnotizado en que ya no hay casi espacio, para la libertad de casi nadie: ¡Falso!, ¡que no os engañen!

Sin embargo, nada de nada nos hizo presagiar, en aquella lejana época, la revolucionaria moda que se nos avecinaba, lo nunca visto. Algo, simplemente, imprevisible, que ningún futurólogo nos contó, y ningún psíquico que se lanzó a explicarnos el futuro, nos avanzó, por lo asombroso y novedoso.

He aquí, que un día, contemplamos la techumbre mudéjar de la Catedral de Santa María de Mediavilla, y nuestras percepciones de la realidad, nos volvieron a brindar un vuelco, que ni los saltimbanquis más equilibristas, hubieran sospechado nunca, por lo pasmoso. Entrar en este recinto sagrado, y salir culturalmente vapuleado, ya nos empieza a parecer algo habitual. No existe nada igual en el mundo, ¡lo juro!

 

Pues, resulta que en el siglo XIII… ¡Algunas mujeres ya se tatuaban la piel del cuerpo!

 

Vemos el primer detalle de la "Mujer Tatuada del Ruiseñor":

Nota del Autor: En las últimas revisiones, hemos descubierto que en este caso, puede que no sean tatuajes, sino una fina blusa transparente con arabescos cosidos. Puede que algunos tatuajes, lleve debajo de la blusa transparente, como estos mismos arabescos. Pero la blusa los explicaría mejor, y también la codera del brazo izquierdo. También puede explicar los tatuajes de la muñeca, que serían mangas muy elaboradas. LO SENTIMOS. UNA DISCULPA.

Aquí vemos que se tatuaban hasta el CODO, literalmente. Y las muñecas, y el interior del antebrazo. Y vete tú a saber, lo que no se ve, y se insinúa, para envalentonar subrepticiamente a los mozos, y para que estos intentaran explorar, y conquistar esos paisajes ocultos.

No olvidemos, que ellas tenían la misión de elegir a sus pretendientes, en función de la cantidad de prole asumible, que intuían, que estos pudieran aportar a sus familias, a sus clanes y a la comunidad. Es decir, que elegían a los más machotes y ricohombres, por mera supervivencia. Pero, los hombres, tampoco se caían de un guindo, claro, a la hora de dejarse elegir.

Y, es que, el cuerpo, es un precioso lienzo natural, que ni el mismo Velázquez sospechó nunca, porque si no, tal vez, él mismo se hubiera tatuado el cuadro de las Meninas, al estilo de un grafiti, en sus mismísimas espaldas, para que le durase una vida, en vez de pintarlas sobre una sábana cocida con pieles de conejo, para darle textura y que la pintura se volviera eterna.

Pues, ahora, resulta que las dichosas tablillas de la techumbre de la catedral, chivatas como pocas, por lo tapadas con escayolas que se estuvieron durante siglos, nos devuelven a la realidad heroica de las MUJERES TUROLENSES del siglo XIII.

He aquí, lo que nuestros ojos descubrieron. En esa época, las mujeres se tatuaban con jena, y no poco. Y con la excusa de enseñar sus tatuajes, seguramente para las fiestas, enseñaban sus finas, depiladas y tersas pieles, que llevaban bien cubiertas, el resto del año. Y da la sensación que lo hacían las moras, las cristianas y las judías, todas, porque si no, en Teruel, se hubiera desatado la revolución feminista, setecientos años antes.

Por lo pronto, la jena es un adorno de las moras. Pero, si estas mujeres eran moras, no llevaban cubierto el rostro. Y si fueran cristianas, y adoptaban las formas tradicionales de acicalarse, de las mudayyanes es que eran todas más amigas entre ellas de lo que nos suponíamos. Algo así como que las moras eran la tinta, las judías eran la pluma, y las cristianas, el pergamino

Se lo montaban bien, con la excusa festiva, entre ellas. Pero, SE LA JUGABAN, cada vez que hacían algo “indecoroso”, porque estas mujeres corrían serio riesgo de servir de “combustible”, en algún escarnio municipal semanal.

Queremos decir, con esto, que no creemos que a las mujeres las hubieran dejado tatuarse así, por ejemplo, en Roma, o en París, que eran lugares “civilizados”. Pero, es que en nuestro Fort Apache del sur europeo, que era nuestra villa de Teruel, REPOBLAR era una necesidad vital, tanto como el gustar para emparejar, y el yacer para procrear.

¡Fueras de la religión que fueras! Todos estaban obligados a “contribuir” con bebés soldaditos y futuras mamás, o a pagar más impuestos, por soltería. Nada de tontos remilgos, porque te conquistaban los moros benimerines, o los cristianos castellanoleoneses, el que primero lo intentara, en menos que cantara un gallo.

Sorprende el buen perfilado de los pechos de la "Mujer Tatuada del Ruiseñor", porque es un detalle nada habitual. Los senos de las pinturas, se ocultaban, como si no existieran.

 

Indagaremos sobre este misterio, en la siguiente tablilla: la "Mujer Tatuada del Espejo": No creemos que esté tocando la pandereta, ni que el espejo sea un abanico, pero... Esta mujer, muestra su pelo y se lo adorna con una diadema. Juraríamos, entonces, que es cristiana. Pero lleva jena musulmana, como para detener a un carro de bueyes.

Este es el caso en que sí creemos que son tatuajes, porque la jena llega hasta el torso de las manos, y en las muñecas puede que lleve pulseras.

Efectivamente, en algunas pinturas, los senos se ocultaban hasta dejar a las mujeres con el pecho totalmente plano. La gran mayoría de ellas, aparecen sin ellos. Desconocemos el motivo, ya que los tatuajes, junto con el contorneo y la postura corporal de estas mujeres, tenían una clara función de atracción sexual. Se mostraban así, para gustar a los hombres, y competir entre ellas.

 

También sorprende, esta función pictórica tan erótico festiva, dentro de un recinto sagrado cristiano, pero con un probable uso musulmán, y hebreo, en determinados ritos y días de la semana, viernes, sábado y domingo, un día sagrado para cada cultura, probablemente.

Pensamos que Santa María de Mediavilla era un lugar de culto compartido, porque la Carta de los Fueros Turolenses estaban por encima de las religiones.

Esto era algo muy moderno, y que en Europa, tan solo empezaban a perfilar y vislumbrar.

Pero en Teruel, y en otras ciudades fronterizas, se hizo de esta necesidad, virtud.

Pero, repetimos, que en un ambiente de futilidad de la vida, en un fuerte de fronteras, no se podían andar con estas zarandajas de las religiones.

Entre todos, JUNTOS sobrevivirían, pero si cada religión se defendía en los asedios, por libre, todos sucumbirían.

Recordemos, que durante muchos siglos, los enemigos de Teruel eran otros cristianos, o musulmanes y cristianos aliados, y no solo musulmanes.

Y que la defensa tenía que depender de unos Fueros, que estuviesen por encima de las religiones, dando enormes derechos, a los nacidos en Teruel, y solo por ese derecho de nacimiento.

Esta era la manera, de que actuaran conjuntamente, para defender lo suyo, contra cualquier contingente invasor, aunque fueran de la misma religión, que algunas de las culturas que habitaban en Teruel.

 

Tal vez, los pechos, no eran un rasgo tan sexual, como ahora. Y se veían más, como una fuente totalmente necesaria de alimento, para amamantar a los bebés.

Y se suprimían, porque, inconscientemente, también gustaban a los hombres adultos, como ahora, pero eso era una utilidad que no podían admitir, porque era como quitárselos a los bebés.

Y, lo normal es que las mujeres estuvieran años, amamantando a los hijos.

En la "Mujer tatuada del Espejo" observamos cómo el pecho y los senos, son más parecidos a unas espaldas. 

Ya mostraban los sacrificios que ellas hacían, para estar más bellas, como en el sobaco, ¡muy bien depilado, por cierto!, con cera de abejas, imagino. Su depilado era tan bueno o igual, a los de ahora.

También podemos apreciar que las uñas de las manos se estilaban largas, aunque no se pintaban. Seguramente, no existía un medio para hacer permanecer un color sobre las mismas, ni manera de quitárselo, si lo hubieran encontrado.

La parte superior de las manos está totalmente tatuada con jena.

En principio, las mujeres musulmanas eran las que aportaron todas estas técnicas de tatuaje.

Sin embargo, estas mujeres parecen cristianas, e incluso, hebreas, como ya veremos.

Este hecho implica que entre ellas, eran amigas, y compartían sus secretos culturales, mucho más allá de la simple tolerancia.

Estos tatuajes muestran respeto y admiración, en las culturas cristiana y la hebrea, por la cultura musulmana, más desinhibida sexualmente, aunque en su intimidad.

 

También sorprende que no sean habituales, en las tablillas pintadas de mujeres moras, que fueran con la hiyad ("jiyad") islámica, y el velo, aunque en una tablilla, aparezca una mujer, cargando con una bolsa y un cesto, con ambos puestos.

Sin embargo, lleva el velo caído por debajo de la nariz, probablemente, para poder respirar mejor.

Lo mismo que se hizo aquí, 700 años después, pero con la pandemia del COVID-19.

Más de cien mil muertos oficiales. Extraoficiales, tal vez otros cincuenta mil más. Reales, puede que 300.000, pero como se prohibieron las autopsias, nunca lo sabremos.

Y todos los que murieron de otras cosas, por el atasco sanitario, tampoco. 

La culpa no fue de nadie, o sea, que fue de todos, pero que aquí no hubo mascarillas en la primera ola, y en vez de eso nos dieron guantes de goma, cuando la infección era por aerosoles..., ¡pues eso!

Lo cual, indica cierta permisibilidad cultural, aunque también, que existía cierta presión social, para tener que llevarlos, cara a la galería, a pesar de que se les viera casi todo el rostro.

A esta pobre señora musulmana, en su vida cotidiana, mas cargada que una mula, y con mirada de sumisión ante la dureza de su vida, a la que le cuesta respirar y coger resuello, parece no importarle mucho lo que diga su Corán, sobre como ir tapada con decencia, por las calles de una villa.

Más bien, parece tener cara de que, si se encuentra con el imán de su mezquita, y este le diga algo, le va a arrear un bolsazo en la cabeza, que se acordará el resto de su vida. Ni tatuajes ni nada, claro.

Pero, volvamos a la Fiesta:

Sorprende, también, el uso de espejos de cristal, probablemente, con plomo fundido, en una de sus caras.

 

Y, debajo, tenemos a la "Mujer Tatuada con Tejuelas". Pues, porque no es un peine, por mucho que parezca que tenga púas y que enganche el pelo con ellas.

Se trata de unas ancestrales tejuelas, y esas rayas tratan de expresar que las está moviendo, como unas castañuelas.

Esta es una tablilla pintada con una sensibilidad exquisita. Apostaríamos a que esta mujer es musulmana, o incluso, gitana.

Ese pañuelo de lunares que tiene en la cabeza, la delata. El no llevar una hiyad e ir un poquito más recatada, y con esa mirada perdida tan misteriosa de un incipiente y arcaico "flamenco", nos hace pensar que los gitanos ya estaban aqui, en el siglo XIII, en Teruel, y se les llamaba "juglares".

Sin embargo, la fecha oficial de su llegada fue el año 1.425. Algo no cuadra. Esta pintura es del 1290 - 1300. 

En este caso, nos asalta la duda, al observar ciertas arrugas, en la fosa del codo derecho. Es como si llevara una blusa transparente. Y, tal vez, sus tatuajes no lo sean, y sean adornos cosidos sobre la blusa. Entonces, la blusa llevaría mangas, con bonitos cosidos, y cordones en los antebrazos (¿?). 

Sin embargo, puede que la blusa transparente dejara ver sus verdaderos tatuajes.

También apreciamos su ausencia de senos. Sin embargo, nos maravilla el erotismo de su cintura y su vientre.

Y sobre todo, el del rostro, con esos ojos tan grandes, y la mirada, cada uno, en un ángulo un poco diferente.

s así, como se consigue que, su rostro, sin sonrisa, adquiera una sensualidad diferente, la que nos habla de espera, pero activa, la que nos cuenta que está dejándose observar, pero que a su vez, ella misma está observándolo todo, tal vez, con el rabillo del ojo.

Y nos enternece, el gesto íntimo del baile.

Sin embargo, de nuevo, es una mujer sin velo. Si no es gitana y es musulmana es otra rebelde turolense, que en las fiestas y los eventos, trataba a todos sus vecinos, como a sus familiares más íntimos, fueran de la religión que fueran.

O eso, o es que era mucho mejor mostrarse a sus pretendientes musulmanes, tal cual, para dejar las cosas bien claras, y que no hubiera sorpresas. Los matrimonios entre personas de distintas religiones estaban PROHIBIDOS, PERO...

Volvemos a la hipótesis de siempre, la de la frontera, la de la guerra, la de la efímera vida y la prolongada muerte.

Eso te permite acceder a ciertas libertades, porque no hay nadie tan tonto como para creerse todas las normas religiosas, cuando te vas a morir, a nada que no te espabiles un poco:

Un hombre, una mujer, no solo yacían por diversión, sino que REPOBLABAN seres humanos en la villa. Una mujer moría pariéndolos, y un hombre, en la guerra, defendiéndolos.

Y, a las veces, las mujeres morían por las dos cosas.

Pero, los hombres, querían saber todo esto, y un velo que oculta la cara, no es adaptativo.

Era una desventaja muy grande, para las musulmanas, y una ventaja para las cristianas y las hebreas.

En una villa de fronteras, esas mujeres podrían salvar la vida de sus proles, una y mil veces, e incluso, las de sus hombres, sacrificando las suyas. Y eso, tenían que saberlo, ellos, mirándolas a la cara, a ellas. Imaginamos, que pocos velos musulmanes se verían.

Esas mujeres tendrían que ser las mejores amigas de otras como ellas, y mantener a raya, a las mujeres ajenas de otros clanes, que quisieran ocupar sus territorios comunales y compartidos.

Y, de las propias, que las quisieran rebajar en sus jerarquías dentro del propio clan.

Y que tuvieran el coraje de amistarse con las mujeres de otros clanes, para saber intercambiar conocimientos y productos, y no ser tachadas de traidoras.

Es probable, que las amistades entre hebreas, cátaras, musulmanas y cristianas, se guiaran más por los mismos motivos de afinidades, como pasa hoy en día, a pesar de la dificultad étnica, cultural y religiosa.

Por muy cristiana que sea una compañera borde, no es preferible a una buena persona hebrea o musulmana. La Amistad es un virtud que traspasa religiones, porque es Amor.

Al fin y al cabo, ¿qué más te dará que la amiga que te ayuda a parir hoy, sea  musulmana , hebrea o cristiana? Sobre todo es una mujer, a la que tú tendrás que ayudar a parir, mañana.

Y, el inconsciente femenino lleva las mismas heridas emocionales, en todas las culturas. ¡Siempre es lo mismo! ¿Qué quieren los hombres? Pues eso, mandar, y que les admiren mucho por lo listos que demuestran ser, cuando toman las decisiones.

Que suelen ser los consejos que sus mujeres les dan en sus alcobas, cuando no pueden dormir, pero no se dan cuenta y primero piden de lo "otro", aunque tampoco era "eso", lo que querían esa noche, sino "hablar".

Pero ellas, tenían que saber, que sus hombres, las protegerían de los peores hombres, de los otros clanes de la villa. Y que sus hijos iban a crecer en igualdad de condiciones, al menos, que los demás. Esto les llevó a tener barrios propios, uno musulmán, una aljama judía, y la mayoría, en barrios cristanos, donde los peores competidores eran los propios vecinos de cada barrio.

Y, eso, tal vez no estuviera en el guión. Pero son las cosas que pasan, cuando las personas se dejan llevar por las ideologías culturales, en vez de por el Amor Fraterno.

Vemos como cimbrea las Tejuelas de barro cocido, como unas castañuelas, con la mano derecha. Sus movimientos producen una gran ternura. CREEMOS QUE NO HAY NADA PARECIDO, PINTADO EN NINGÚN LUGAR DEL MUNDO.

 

Pero, lo que nos sorprende en este tatuaje de jena, que lleva en su brazo derecho, es la pregunta del millón:

¿Qué es lo que pone?

 

¿Pone algo?, ¿es posible saber lo que pone? Lo veremos en el próximo artículo. ¡Puede que no ponga nada! Pero eso no se lo cree, ni Rita la "cantaora", a esta altura de la película.

I N C R E Í B L E, la potra que hemos tenido, al detectar unas "cositas" (no miréis con "lens" que ya lo hemos hecho nosotros, y no sale "na", ¡ni con la Inteligencia artificial, en 135 idiomas!).

 

Así que, en Fiestas, ¡fuera velo, fuera vestimentas, más acicalamiento, más baile en romería, y más música! Y vacaciones extras para la Inquisición, y recordatorio, de que todo lo que es "políticamente correcto", no es adaptativo, si dura 365 días al año.

Y todo ello, bien pintado en la techumbre de la catedral, el lugar más elevado, para que lo viera bien la gente, porque no sabían leer, y sin importar que fuera el lugar más sagrado.

Allí era donde se congregaba la gente, ¿no?. Pues allí pusieron las "instrucciones de la convivencia", para todos.

Finalmente, recordamos la frase que se hubiera dicho, en una hipotética obra literaria,  una especie de "Hamlet" turolense, escrito por un hipotético Shakespeare aragonés:

 

 "Yacer o morir, esa es la repoblación, maño".

 

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